domingo, 18 de enero de 2009

MEMORIA

Hoy me he levantado con una extraña sensación, quizás se deba a que en el cielo amenzan nubes o a que es domingo. Creo que sin embargo es una mezcla de todo sin nada en particular.
Hoy me he despertado sintiendo de nuevo los quince años.
La misa de once (comentarios aparte) como excusa para las reuniones sociales.
El pudor corporal en la ropa, en los roces.
Las ganas de hacerse adulta y el terrible, inmenso miedo a equivocarse en el camino.
Y el amor, un amor como sólo se puede vivir a esa edad, repleto de tópicos y esperanzas y tan efímero como una partida de billar. Efímero sí, pero profundo.
Alguien, una vez me dijo: si dejas que el otro te conozca dejará de amarte porque ya no habrá misterio.
Sentí entonces que había perdido la partida, porque me entregaba sin reservas y perdonaba gestos que la edad te va vetando.
Hoy tras levantarme con ESA EXTRAÑA SENSACIÓN, he querido ponerle nombre, yo y mi afán por no dejar cabos sueltos, y me ha venido a la cabeza aquella frase que, a modo de sentencia, se me infiltró en las costuras.
Ni unos ni otros están hoy en mi camino, huyeron, pasaron, imágenes en mi retina y en mis fotos antiguas pero sigo preguntándome la verdad de aquellas palabras. Lanzamos tantas palabras al aire que alguna terminará por clavarse.
Presiento que algún psicoanalista sacaría jugo a aquel recuerdo para analizar mis relaciones. Todas mis relaciones.
Voy a reirme.
Risas abiertas y surcadas por las leves arrugas de la treintena.
Aquellas personas no me conocían. Yo sé que no me conocían, yo me esforzaba porque no me conociesen. Puede que algún hilillo de luz se escapase bajo la puerta que con cien candados aseguraba.
Supieron de mi buena voluntad, de mi paciencia, de mi sonrisa y alguna lágrima de mi gusto por el dulce.
Obviaron a la bestia, la amargura real, el desprecio, a la muerte que anidaba en mí. NO lo vieron, no les dejé verlo no quisieron verlo. Ceguera temporal.
Misterio.
¿Qué misterio puede seguir latiendo junto a la indiferencia?
NO nos conocemos de nada.
NO queremos conocernos de nada.

Bien, gracias.

Y que Sylvia tome la palabra:

Palabras
Hachas
con cuyos golpes resuena la madera.
¡Y los ecos!
Ecos que parten
desde el centro, como caballos.
La savia
brota como las lágrimas, como el
agua que se esfuerza
en reestablecer su espejo
en la roca,
deshaciendo y horadando
este cráneo blanco,
carcomido por las malas hierbas.
Años después, vuelvo
a encontrármelas por el camino:
las palabras secas y sin jinete,
el estruendo incansable de los cascos.
Mientras,
desde el fondo de la charca, las estrellas fijas
gobiernan una vida.
Sylvia Plath
Poesía Completa. Bartleby editores. Traducción Xoán Abeleira.

1 comentarios:

fpt dijo...

Ay qué miedo mari...