miércoles, 10 de septiembre de 2008

En el faro

Se acabó el curso. Dejamos atrás el mar picado, los personajes, las acciones, el palacio de la Magdalena y a los compañeros eventuales.
Trabajamos bajo una cierta presión, impuesta sobre todo, por nuestras ganas de hacer algo hermoso. Hubo risas, desconcierto y concierto a varias voces.
En menos de lo que canta el gallo de mi despertador, se nos habían esfumado los días y nos quedaban tantas cosas por compartir que intuyo nos hubieramos quedado de buena gana.
Conocí a algunas personas especiales, de ésas que son capaces de hablar de teatro durante más de cinco minutos sin que te sostengan la palabra por cortesía y el interés a salto de mata. Tuve también la suerte de conocer mejor a Juan Mayorga.
No, ésta no es la adoración de la alumna adolescente sino el respeto de quien ya ha tenido y a veces padecido, la presencia de otros maestros menos humildes, menos agradables y desde luego menos dramaturgos.
Entiendo por qué se "ha puesto de moda" y sólo espero que el tiempo sea siempre igual de agradecido con su trabajo.

A todos los que compartimos Santander y os hayáis pasado por aquí: HOLAAAAA y un beso.
A quienes no fueron, que se animen el año que viene.

PD: Ya pondré el enlace para que puedan consultar nuestros textos. Un poco de tiempo please!

3 comentarios:

fpt dijo...

Te has dado cuenta de que Juan y tú tenéis la misma pose? Y la misma sonrisa arcaica? Uy, uy, uy, aquí ha pasao argo!

Anónimo dijo...

Sí, sí, cuenta lo tuyo con Mayorga!

Bonito post, Laura. Cierto, faltaron días y un poco de tiempo libre. Y Mayorga es un tipo que realmente vale la pena, se nota. Aunque me deba un café!

Besos y adelante en tus proyectos!

Aleksandar

Anónimo dijo...

Qué decís, qué decis... lo mío con el señor Mayorga es sólo una relación de amistad. ¡Malditos paparazzi!