lunes, 6 de octubre de 2008

La pregunta de la semana


¿PARA QUÉ DEMONIOS SIRVE UN DRAMATURGO?

Nadie sabe lo que son, nadie parece necesitarlos (quien no sale en la tv. no cuenta)
En las entrevistas de trabajo se despiporran cuando leen el cv. ¿drama qué?
Los padres nunca tienen claro a qué pretende dedicarse la niña, los amigos cambian de conversación cuando surge algún comentario en torno a un proyecto o un proceso de escritura, el resto de teatreros opinan en inmensa mayoría que podrían hacerlo mejor (sobre todo actores)
Los profesores de tu propia especialidad enseñan los dientes si les pides consejo profesional o les pasas un texto, la pareja empieza a generar coletillas que empiezan por... ¡no te pongas dramaturga! (cómo si supiera qué es eso)
Una opción que a priori parece válida para darse a conocer y por el dinero es la de los certámenes o concursos pero ay! en la inmensísima mayoría deben ser textos inéditos por completo, sin estrenar, sin ensayar (ni el patio de vecinos) y toditos para ellos. Horas de trabajo en juego y una sola carta (no siempre limpia)
Nadie nunca supo de una oferta laboral -retribuida- que requiriera uno.

Colaboramos, aconsejamos, suministramos trabajos académicos... pero ni un euro, amigos.

La culpa la debe tener el de allá arriba (y no me refiero a Dios) porque dicen que dejó el listón bien alto, tan alto tan alto...

1 comentarios:

fpt dijo...

La pregunta no es para qué sirve un dramaturgo. La pregunta es para qué sirven los que se aglutinan alrededor de ellos y chupan del bote. ¿No está claro?