miércoles, 8 de diciembre de 2010

Abrir

Te miro y veo a alguien inteligente.
Te miro a ti y veo a alguien con tesón o a ti, que eres capaz de sacarle una sonrisa a una máscara de la tragedia.
Descubro tus pequeñas maneras removiendo el té y me gustaría adquirir esa fluidez en los gestos.

Escucho tus palabras y se me convierten en un mantra complejo.

Contemplo cómo te mueves entre los coches o sobre el parqué y empiezo a creer en vida extraterrestre.

Aprendo historias de tu infancia, anécdotas de aquel día cuando te dieron una sorpresa y deseo esa vida para mí, esa alegría secreta.
Descubro las líneas de tu mano, por ellas camino, adentrándome en un futuro precioso por el que tal vez me extravíe.

Te escucho cantar, tocar el piano, pronunciar el verso, salir de tu trabajo estable o recorrer el mundo en un coche alquilado. Todo me deslumbra, todo lo quiero para mí y lo quiero desde dentro.

Para conseguirlo abriré puertas, derribaré muros, trabajaré de forma incansable para demostrarte a ti, que soy merecedora de ello.
Qué tristeza de mérito cuando el anhelo se respira fuera, qué tristeza ahogar mi vida en lo que hagas o dejes de hacer mientras me das o no, migas de pan.

Y ha llegado la crisis en letras de molde. Con una grieta sangrante en lo más hondo.
No creas que esto ya lo has visto, por fin es diferente y terrible.

Lo que vaya a ser desde ahora, sólo me afecta a mí. Y desde aquí manará el agua.

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